La Torre Tavira desde sus alturas, serena nos mira. Y una nube corre.Tan alta es la torre que subes y subes cerca de las nubes. Y arriba ¿qué ves? Todo Cádiz rendido a tus pies!!

viernes, 27 de mayo de 2011

La playa (II parte)

Ha pasado el tiempo. Sigo tranquila. Dicen que es el tiempo el que pone a todo el mundo en su santo lugar. Sabio proverbio. Como dice la comparsa La Corona en su presentación "que pena es ser relojera y no ser dueña de mi tiempo". Sigo caminando hacia la playa y me imagino agarrada a tu cintura paseando por la Alameda.

Apenas había nadie. Las olas, anchas y planas se sucedían monótonas unas tras otras. Al frente "La Sirena del Océano", ¿o es La Tacita de Plata lo que se divisa al fondo?. No lo sé, sólo sé que es tan grande como mi desazón. Me senté en la arena a contemplarlo y, con la vista centrada en el vavivén de la espuma, perdí la noción del tiempo, y como aquella novia en su cita primera, me dejé llevar...

Cada ola trajo consigo un recuerdo, una estampa de mi pasado. Memorias de la jóven alegre, divertida y constante que un día fui. De mis logros y mis temores, de los amigos que fui dejando en el camino en algún lugar del tiempo. Escenas de otros lugares, otros olores, otros besos, otros abrazos, otras voces...

Pero sobre todo, el mar me trajo esa mañana, sensaciones olvidadas entre los pliegues de mi memoria; la caricia de una mano querida, la firmeza de un abrazo amigo, el beso pasional que algún día alguien me dió. Pero sobre todo, la alegría de lo compartido y el anhelo de lo deseado.

¡Espabila muchacha! Me había dicho mi Tata. Tenía que espabilarme sí, no podría bajar la guardia en ningún momento. Tenía un cometido, un compromiso; una imágen que proyectar y una tarea de la que ocuparme. Sentándome a comtemplar las olas no iba a solucionar nada más que perder el tiempo y hundirme en la melancolía. Había llegado el momento de retornar la realidad. De volver a ser ese "otro yo" traquila y sosegada que había mostrado desde que me cerraste las puertas de tu vida.

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